lunes, 12 de enero de 2009

EXTRACTOS DE PERIODICOS - NOSOTROS, LOS LIDERES ...

Extraido de El Pais el 12/01/09

NOSOTROS, LOS LIDERES ...

Esta semana se cumplen dos meses de la reunión del G-20 en Washington, convocada para crear una nueva arquitectura financiera global y luchar contra la recesión. Desde entonces, apenas hay noticias de las decisiones que allí se tomaron mientras avanza, con rapidez y profundidad desconocidas, una crisis que por primera vez no hace excepciones con parte alguna del planeta. La siguiente cumbre del G-20 tendrá lugar en el mes de abril, en Londres, y la pasada semana el primerministro francés, Nikolas Sarkozy, y la canciller de Alemania, Ángela Merkel, anunciaron que los miembros europeos de ese club se verán previamente en Berlín para que Europa tenga una voz única en aquella.

Sarkozy y Merkel se juntaron en París para asistir a un seminario titulado Nuevo mundo, nuevo capitalismo. En su intervención, la canciller germana explicó que de la misma forma que existe un Consejo de Seguridad en la ONU (el que ha sido incapaz de detener lamasacre de palestinos en el campo de concentración de Gaza), debería haber una suerte de Consejo Económico Mundial que vele por la estabilidad financiera, o una Declaración Universal para una Economía Razonable, similar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Seguramente sin saberlo,Merkel copiaba demodo literal una propuesta inatendida que, justo 10 años antes, también en París, hizo el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, padre de la actual líder del socialismo francés, Martine Aubry. Así pues, una década perdida en lo relacionado con la regulación de las finanzas internacionales que, de haberse estudiado entonces, quizá hubiese evitado los efectos más lacerantes de la crisis actual.

En un seminario sobre el euro, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, Delors propuso la creación de ese Consejo, que "establezca las bases del sistema económico de la era de la mundialización, para el que todavía no se ha encontrado una solución satisfactoria". En él estarían representados no sólo los países del G-7 (todavía no se había añadido Rusia), sino organismos regionales tales como el Mercosur, en América Latina, o la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), etcétera. No podría ser una especie de G-7 ampliado, pues no lo toleraría el mundo, ya que se daba la contradicción de que entre EE UU, la UE, Canadá y Japón poseían alrededor del 75% del PIB mundial pero representaban a menos del 20% de la población.

En cuanto a la Declaración Universal para una Economía Razonable, eso es lo que pretendió el Consenso de Washington con los resultados conocidos por todos. La dificultad está en que en economía es difícil consensuar lo que se entiende por razonable, si a ello se incorporan materias tan centrales como la redistribución de la renta y la riqueza.

La reunión del G-20 en Washington hizo a su final un comunicado, iniciado por el ampuloso encabezamiento de "Nosotros, los líderes del grupo de los veinte", en el que se establecía un catálogo de propuestas, divididas en dos fases: medidas inmediatas y a medio plazo. De las primeras, no se sabe nada: el gasto de los gobiernos para combatir la crisis es insuficiente y no está coordinado; la ronda de Doha para liberalizar el comercio internacional sigue desactivada; no hay nuevas normas contables; de la regulación financiera, ni rastro; las agencias de calificación de riesgo siguen autorregulándose (hiperactivas ahora, frente a su pasividad de antes); el Fondo de Estabilidad Financiera, que parecía llamado a jugar un papel más significativo, continúa sin ampliar el número de sus socios (no está España, como tampoco está en el G-20); etcétera.

Antes demorir, en abril de 1945, el presidente demócrata de EE UU, Franklin Delano Roosevelt, propició dos conferencias con las que trató de crear el nuevo orden internacional, tras las guerras mundiales: la de Bretton Woods, que significó la reación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; y la de Dumbarton Oaks, que dio lugar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A la luz de los conflictos en este comienzo del año (Gaza, la guerra del gas, la recesión económica, etcétera) no parece que las estructuras que gobiernan al mundo desde mediados del siglo pasado sean hoy eficaces ni representativas. ¿Tendrá tiempo Obama, hijo político predilecto de Roosevelt, de abordar también este problema?

OPINION PERSONAL MIA:

Débil, dividida, incoherente, hipócrita e irritante: así se oye calificar en privado a la UE en Pekín y Washington. Y los hechos de la primera semana de 2009 indican que nuestros críticos tienen toda la razón.

Fíjense en qué lío estamos. Europa afronta dos graves crisis que ponen en peligro nuestros intereses y nuestros valores. La guerra de Gaza es una negación de todos los principios que Europa asegura representar. Afecta directamente a nuestros intereses, entre otras cosas porque la última oleada de sufrimiento palestino (a la que contribuye la propia dirección palestina, dividida e irresponsable) exacerbará aún más la ira de los musulmanes que viven en Europa. En cuanto a la disputa entre Rusia y Ucrania por el gas, ya ha hecho que los ancianos de varios Estados miembros de la Unión Europea estén pasando frío en sus viviendas por falta de calefacción. Si evitar que nuestra gente muera de frío no es un interés vital, que me lo expliquen. Además de que esta situación es también una burla de los ideales europeos de resolución de conflictos mediante negociaciones pacíficas y bajo el imperio de la ley.

En un momento en el que Estados Unidos está suspendido entre un presidente saliente que no está dispuesto a hacer nada para detener la matanza y un presidente entrante que siente que no puede actuar aún, Europa tiene la oportunidad de demostrar qué puede hacer. Y aquí está: débil, dividida y tan irritante, pomposa y llena de autobombo. Tanto es asi que la exigencia de alto el fuego inmediato de la UE se ha visto acogida con el rechazo.

En política exterior hemos avanzado poco desde hace un decenio. Y el tiempo no está de nuestra parte. A medida que ascienden potencias como China e India, el poder relativo de Europa disminuye de forma inevitable, así que unir nuestros recursos no es, en cierto modo, más que la única forma de mantenernos a su altura. Con todos sus defectos, Sarkozy ha demostrado, en el último semestre, el efecto que puede tener un presidente enérgico y seguro de sí mismo en representación de Europa. Sería todavía mejor contar con un presidente y un alto representante nombrados para un periodo más largo, tal como se prevé en el Tratado de Lisboa. Y, aunque sea menos visible, también ayudaría disponer de un solo “servicio de acción exterior” formado por funcionarios y diplomáticos que se encarguen de identificar sistemáticamente los intereses, valores e instrumentos europeos en todas las grandes cuestiones internacionales (Israel-Palestina, gas ruso, lo que sea).

Mientras nosotros, los ciudadanos de los países de la Unión Europea, no nos despertemos y exijamos a nuestros dirigentes que se aclaren las ideas, en interés de todos y cada uno de nosotros, no tendrán ningún incentivo político para hacerlo. Puede que intelectualmente acepten (o no, en el caso de los conservadores británicos) los argumentos a largo plazo en favor de una Europa con una voz más fuerte y coherente en el mundo, pero, mientras ocupen cargos electos, ese análisis no significará nada frente a las posibles ventajas políticas a corto plazo. Somos nosotros, los ciudadanos de Europa, los que debemos alterar ese cálculo de las ventajas. Eso significa abrir también nosotros los ojos al peligroso mundo en el que vivimos: un mundo en el que ahora afrontamos una larga lucha para conservar el modo de vida relativamente próspero, libre y civilizado que hemos construido durante los últimos 50 años. Hasta que los europeos no reunamos esas fuerzas, nuestros “amigos” norteamericanos, chinos y rusos tendrán verdaderos motivos para despreciarnos.

ARTICULO DE OPINION, extraido de La Vanguardia del 24/12/08

EL MONARCA SARKOZY

Nicolas Sarkozy puede vanagloriarse de que el cargo lo ha proyectado como una personalidad pública con hechuras de gran político. Si su temperamento entre osado, impetuoso y, a veces, inconstante había sido puesto en cuestión al inicio del mandato presidencial francés y, al mismo tiempo, había contribuido a confundir de una manera exagerada su imagen pública con la privada, en los últimos seis meses Sarkozy ha irradiado seguridad, valentía y grandes dosis de acierto. No es exagerado decir que Europa ha estado de suerte, y en el momento de mayor agitación financiera y económica. Con miradas constantes a la gran depresión del 29, el mandatario francés ha dado al Viejo Continente un protagonismo clave e imprescindible entre una presidencia norteamericana que se acaba –la de George W. Bush– y otra que no llegará hasta el próximo 20 de enero en la figura de Barack Obama. La crisis financiera y la magnitud de las turbulencias económicas han puesto de nuevo a debate la conveniencia de presidencias rotatorias en una Unión Europea ampliada a 27 y con algunos de los últimos países que se han integrado con signos evidentes de comportarse como democracias oscilantes. El proyecto europeo difícilmente será creíble si no se establecen reglas más claras respecto al grado de influencia de los grandes países en las decisiones importantes, ya que la velocidad de los nuevos tiempos poco casa con decisiones colegiadas entre tantos estados.

Escrito por José Antich director de La Vanguardia

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