jueves, 22 de enero de 2009

EXTRACTOS DE PERIODICOS - SUERTE, Mr. PRESIDENT

Extraido de La Vanguardia del 20/01/09

SUERTE, Mr. PRESIDENT



Necesitamos que Obama tenga éxito. Se lo deseamos, para él y para los estadounidenses, pero, desde Europa, nuestra esperanza en su gestión es –casi– nuestra última esperanza. En un mundo atormentado por una crisis sin precedentes y en un clima tenso y conflictivo, necesitamos que Obama pueda constituirse en una referencia solvente y sólida, capaz de proyectar al mundo una confianza sobre su propio futuro. Lo necesitamos, lo deseamos; nos angustia pensar que esto no fuera así.

Pero, no nos confundamos: Obama será el presidente de EE.UU., que pensará en EE.UU., con un estilo propio de EE.UU. e intentará satisfacer a los ciudadanos de EE.UU. En Europa da la sensación que se espera de Obama que actúe como si fuera europeo. Y no lo es, ni lo quiere ser. Es a nosotros, europeos, a los que nos corresponde comprender y aceptar que la política de la UE deberá acercarse a la de EE.UU. si queremos ser algo en el mundo.

Será más fácil entenderse con Obama que con Bush; es cierto. Pero el esfuerzo de este entendimiento deberá descansar, principalmente, en nosotros. La crítica de Bush era tan fácil y justificada que nos podíadar la sensación de que, ahora con Obama, todo será más fácil. Y lo será, siempre que desde Europa se acepte que el entendimiento supone aproximarnos a posiciones estadounidenses que Obama defenderá con el mismo entusiasmo que Bush. con otro estilo, pero con igual firmeza.

Europa y España deberán cambiar. Hasta ahora podían disimular cierto antiamericanismo en un fácil antibushismo. Ahora esto ya no valdrá y deberemos empezar a explicar a nuestros conciudadanos que determinadas posiciones en política exterior ya no valen; que no sirven, que nos aíslan y, sobre todo, que nos alejan de la esperanza que Obama representa. ¡Contra Bush vivíamos mejor! Pues, ahora, con Obama descubriremos que el antiamericanismo visceral, primario, inconsistente y frívolo no sirve para nada. Bueno, sí; sirve para alejarnos del horizonte de recuperación de la crisis económica, de la deseada distensión internacional y de la interlocución imprescindible en un mundo globalizado.

La excusa de Bush se ha acabado. La era de Obama nos exige volver a ser amigos de EE.UU. ¡Buena suerte, Mr. President!

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Extraido de El Mundo el 21/01/09

OBAMA, O EL ‘PRECIO’ Y ‘PROMESA’ DE LA CIUDADANIA

Aunque Obama siempre ha citado a Lincoln como el predecesor en la Casa Blanca que más inspira sus pasos, el tema central de su discurso de investidura –«la nueva era de la responsabilidad»– recordó inevitablemente a aquel «no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país» con el que John F. Kennedy inició su andadura como presidente en 1961. «Por mucho que el Gobierno pueda deba hacer, esta nación depende en último término de la fe y la determinación del pueblo americano», afirmó Obama ante más de dos millones de personas que le escuchaban en la explanada del Capitolio de Washington.

Tras reconocer la gravedad de la crisis, el flamante líder de los EEUU recordó a sus conciudadanos que han de ser ellos los que tienen que «sacarse el polvo de encima» y «entregarse por completo» a la tarea de «rehacer América». La receta que desgranó para hacer frente a los «nuevos desafíos» es, recordó, tan vieja como la Historia de su país: «Trabajo duro y honradez, valentía y juego limpio, tolerancia y curiosidad, lealtad y patriotismo».

Al resto del mundo, que nunca había estado tan pendiente de un discurso inaugural, Obama le transmitió su deseo de contribuir a una «nueva era de paz». Desde que ganó las elecciones, el presidente ha hecho todo lo posible por mantener un impecable espíritu bipartidista, celebrando cordiales reuniones no sólo con su predecesor, sino también, gesto inaudito, con su rival en las urnas, John McCain, y también con destacados columnistas conservadores. Sin embargo, ayer Obama marcó elegantemente sus discrepancias con George W. Bush en política exterior.

«Rechazamos por falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales», comenzó, para después destacar la sabiduría de las anteriores generaciones que eran conscientes de que «el poder no nos permite hacer lo que queramos», un argumento no por mil veces invocado menos sustancial. «Nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las virtudes de la humildad y moderación». Asimismo, tomó la iniciativa, sin precedentes en un discurso semejante, de enviar un mensaje –tan directo como conciliador– al «mundo musulmán»: «Buscamos un nuevo camino adelante, basado en el interés mutuo y en el respeto mutuo».

Poniendo en evidencia a los «cínicos» y elogiando a los «que acometen riesgos y hacen cosas», Obama subió las escaleras del Capitolio con la intención de imprimir confianza a un pueblo que la tiene «minada» no sólo por la crisis, sino también por la falta de liderazgo. En la estela de otros grandes oradores –Franklin D. Roosevelt, Churchill o el propio Lincoln– Obama no prometió soluciones fáciles y encomendó a los gobernados que se hagan cargo de sus deberes «con gusto» y no «a regañadientes». Porque la ciudadanía es, según su filosofía, una «promesa» que tiene un «precio», toda una declaración de lo que para él significa el verdadero patriotismo.

El contrapunto a una jornada excepcional lo ofreció la Bolsa de Nueva York que cayó más de un 4%, un récord histórico para un día de investidura, que le recuerda a Obama que tiene una ingente tarea por delante.

Su primer gran discurso como presidente fue quizá menos emotivo que el que cerró la noche electoral o incluso que aquél que le lanzó a la fama en la convención demócrata de 2004, que nominó a John Kerry. Pero es que, más que cualquier adorno retórico, la mayor emoción fue ayer proporcionada por los hechos mudos. La imagen de «un hombre cuyo padre no habría sido atendido hace menos de 60 años en un restaurante» jurando el cargo más poderoso del planeta da todo su significado, como recordó el mismo, al «credo» norteamericano.

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