martes, 13 de enero de 2009

EXTRACTOS DE PERIODICOS - UN VIRUS LLAMADO FELICIDAD

Extraido de La Vanguardia el 06/12/08

UN VIRUS LLAMADO FELICIDAD

La felicidad se propaga de unas personas a otras como una infección, según concluye una investigación que ha analizado datos de 4.739 personas a lo largo de veinte años. Los investigadores, de la Universidad de California en San Diego y de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.), han demostrado que tener familiares, vecinos y amigos que están contentos o son felices aumenta de manera significativa las probabilidades de que una persona también esté contenta o feliz.

Por el contrario, la felicidad no se contagia entre compañeros de trabajo, según los resultados presentados esta semana en la revista médica British Medical Journal. Esta inmunidad a la felicidad en el trabajo indica, según los autores de la investigación, que el entorno social influye en la facilidad con que se contagian los estados de ánimo positivos.

El resultado más sorprendente es que la felicidad, al igual que una infección, se transmite incluso entre personas que no se conocen entre ellas. Y lo hace de dos maneras. Por un lado, a través de amigos, se transmite hasta tres relaciones más allá; es decir, la probabilidad de que una persona sea feliz depende de si lo es un amigo de un amigo de un amigo suyo.

Por otro lado, por proximidad, comolos virus. Por ejemplo, si alguien tiene un amigo feliz que viveamenos de media milla de distancia (unos 800 metros), su probabilidad de ser feliz aumenta un 42%. Pero si el amigo feliz vive a una distancia de 800 a 1.200 metros, el porcentaje cae al 22%.

A partir de los datos de los 4.739 participantes en el estudio, los investigadores han elaborado un mapa de las redes sociales existentes entre ellos y lo han coloreado según el nivel de felicidad de las personas. El resultado recuerda a los mapas de epidemias, con unos núcleos en los que se concentra la mayoría de casos de felicidad y unas periferias en las que las personas son menos felices.

“Los cambios en la felicidad individual de cada persona pueden propagarse a través de redes sociales y generar una estructura a gran escala en la red, generando núcleos depersonas felices y tristes”, escriben los investigadores en el British Medical Journal.

“Es un trabajo extremadamente importante e interesante”, ha destacado el premio Nobel Daniel Kahneman, psicólogo de la Universidad de Princeton, a The New York Times.

ARTICULO DE OPINION:

Extraido de La Vanguardia del 12/12/08

EL FELIZOMETRO

Los norteamericanos han inventado un aparato inmaterial: el felicidómetro. Debido a sus peculiaridades incorpóreas, nos es imposible indicarles un establecimiento donde adquirirlo en estas fechas tan indicadas. Pero podemos casi asegurarles que existe. De otro modo, no habrían sido capaces de tomar medidas a la felicidad colectiva con tanta precisión. Pudimos leerlo en estas páginas el sábado. Una investigación extraída del estudio Framingham, que ha seguido las vidas de miles de habitantes de dicha localidad durante décadas, ha cuantificado la transmisión de la felicidad. Y ha concluido que es felizmente contagiosa. Como un virus maravilloso que se propaga a través de las redes sociales, actuando de una forma muy extraña. Porque según el estudio, estimado incluso por un premio Nobel, la mera cercanía física de personas felices proporciona felicidad. Los amigos felices de un amigo feliz son una importante fuente de felicidad, incluso sin conocerlos. Misterioso. Porque en el mapa de las cifras de la investigación, cuando las matemáticas cobran su rostro más fabuloso, resulta que la felicidad de un hermano proporciona un 14% de felicidad, y la de un vecino un 34%. Lo que indica que cuanto menos íntimo es el vínculo con el conocido feliz, mayor es la repercusión. ¿Por qué? Podríamos pensar en ello. Asimismo, la transmisión feliz es mayor entre personas del mismo sexo, y con esto explican la baja capacidad de contagio de optimismo a través de la pareja, un penoso 8%, ya que por alguna razón desconocida, el estudio se realizó sólo entre parejas heterosexuales. Nos quedamos con las ganas de saber si la capacidad de contagiarse alegría de una pareja homosexual entre sí es mayor, como todo parece indicar. Por suerte, la investigación asegura que la infelicidad se contagia un 1% menos que la felicidad, lo que significaría que todos tenemos un interesante punto de optimismo propio. Una cierta autonomía emocional. Pero lo más raro de todo es el asunto de las distancias. Parece que si el supuesto amigo feliz vive a más de un kilómetro, el contagio gustoso pierde su efecto. Por mucho que lo quieras o lo llames por teléfono. De lo que se deduce que la felicidad se contagia mejor a corta distancia, como si se tratara en efecto de un extraño virus, una onda, algún ente que se mueve por el aire. Como si la felicidad tuviera vida propia, o alitas.

Pero ¿de qué estamos hablando?, se diría, si no hubiéramos leído que hasta un premio Nobel valora el trabajo como extremadamente importante. De qué estamos hablando, se diría ante una investigación que parte de la premisa de conocer el secreto de la materia que conforma una de las emociones más misteriosas y anheladas de nuestra especie. Una sensación que los grandes pensadores han definido a lo largo de la historia sin ponerse de acuerdo jamás. ¿Es que hay alguna razón para creer que la felicidad es lo mismo para usted que para mí?, ¿para esa señora que pasea su perrito por esa localidad de Framingham que no sabemos ni dónde está? Señora, ¿es usted feliz? ¿Cuánto tiempo me da para que me lo piense, joven? En todo caso, la construcción del felicidómetro sería el asunto más complejo de esta travesía conceptual. Pero el aparato inmaterial funciona con unas cuantas preguntas muy sencillas. Con la última de ellas, ¿soy feliz?, los investigadores, a conciencia o no, entre la infinidad de definiciones que ha dado el pensamiento, entroncan de repente con la filosofía del poeta romano Publio Sirio. “Ningún hombre es feliz,a menos que crea serlo”.

FUERA DE ARTICULOS, OPINION PERSONAL:

En un canal de televisión hay una presentadora del tiempo que algunas veces se despide diciendo: sean felices. Pero la cuestión es que una cosa tan compleja como el sentimiento humano de la felicidad ¿puede crearse voluntariamente? Tal vez sí, Spinoza dice que la tristeza es de humor y la alegría es de voluntad. Querer habitar la alegría ya es todo un paso hacia ella, aunque a veces se tiene éxito y otras, no. La felicidad tiene que ver en buena parte con la alegría, aunque también una persona puede ser feliz sin estar muy alegre; quizás para sentir una cierta felicidad a veces basta con lograr una paz interior. Se dirá que esa paz puede ya ser parte de la alegría, pero la verdad es que existen momentos en que la alegría está ausente por circunstancias diversas pero la paz interior permanece.

El saludo hebreo “la paz sea contigo” es mucho más amplio que el “sean felices” de antes; en esas palabras, “la paz sea contigo”, caben la persona y sus circunstancias, sean las que sean, como una especie de invitacióna asumir la vida tal como viene, sin ira, pacíficamente.

La paz requiere un espacio y un tiempo, una renuncia a la prisa y a los convencionalismos, un estar con uno mismo, aceptando lo que viene sin hacerse demasiadas preguntas; tal vez, dejarlo pasar tranquilamente, sin darle mucha importancia, porque no somos tan importantes. Tal vez sirva de algo recordar que somos tan sólo polvo de estrellas, es algo mágico y precioso, pero pequeño, muy pequeño.

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