miércoles, 4 de febrero de 2009

EXTRACTOS DE PERIODICOS - LO QUE DA DINERO ES LA FELICIDAD

Extraido de El Mundo del 01/02/09

LO QUE DA DINERO ES LA FELICIDAD

Si el trabajo compensa más que el ocio o los amigos, significa que uno ha llegado al ‘estado de flujo’. La felicidad ha dejado de ser etérea. Se puede medir y es rentable.



Un tal Beb Shahar sabe mucho sobre la felicidad. De hecho, enseña a ser feliz, y lo hace en la Universidad de Harvard. Shahar cree que los tiempos difíciles pueden suponer una fractura, pero también nos ayudan a «construirnos», y la psicología positiva que sustenta sus enseñanzas muestra «cómo navegar por las dificultades y emerger más fuertes». Quizá suena a libro de autoayuda barato, pero lo cierto es que uno de cada cinco graduados de Harvard ha pasado por su aula, donde imparte una de las clases más celebradas y concurridas de aquella institución.

No es extraño que cada vez más escuelas de negocios se preocupen de un intangible como la felicidad, y de su posible conexión con la economía real: economistas, psicólogos y sociólogos se unen en busca de una respuesta o de una unidad de medida. The Wall Street Journal señalaba recientemente que las escuelas de negocios parecen ser el lugar más adecuado para estudiar este vínculo, por aquello de la interdisciplina y la apertura demente.

Algunos se han atrevido a plantear la fórmula de la felicidad; hay quien, basándose en la Paradoja de Easterlin –que aborda la relación entre el desarrollo económico de una población y su nivel de satisfacción– se fija más en las expectativas: unas altas perspectivas sobre las circunstancias favorables de vida pueden asociarse con una gran satisfacción vital, pero si se espera algo irreal, esto es sólo un principio de infelicidad.

Richard Layard, economista de la London School of Economics, asegura que la felicidad depende de características como la salud, los ingresos económicos o la calidad del trabajo, y señala que «por encima de 20.000 dólares, una renta superior no garantiza mayor felicidad». Según este planteamiento, no es cierto que en un país que haya logrado reducir la pobreza aumente el porcentaje de personas que se declaran felices.

Buthán, una pequeña nación del tamaño de Suiza en la falda del Himalaya, utiliza el indicador de Felicidad Interior Bruta para medir el bienestar psicológico de los ciudadanos sobre la base del acceso a la asistencia sanitaria, la conservación de los recursos o el tiempo empleado con la familia. Ante la evidenca de estos nuevos indicadores Alex Rovira, profesor de Esade, se pregunta si en el mundo de la empresa llegaremos a ver un índice del nivel de ansiedad, mientras que Manel Baucells, profesor asociado del IESE, añade que «el problema llega cuando la gente calcula mal la felicidad que dan las cosas. El consumo inmediato no da la felicidad, e igual que los productos indican el número de calorías podríamos tener un indicador de la cantidad de felicidad que las cosas le dan a una persona ‘promedio’».

Los estadounidenses, que suponen el 5% de la población mundial y poseen el 33% de los bienes de la Tierra, no están entre los más felices. Por eso en las clasificaciones mundiales nos encontramos a Vanuatu –una isla nación del Pacífico Sur– en los primeros lugares. Layard asegura que «el problema es que, desde la década de los 80, el mensaje es que debemos crear riqueza y no que hemos de construir otros valores».

Esta teoría tiene también sus detractores, como Betsey Stevenson y Justin Wolfers, economistas de la Wharton School en la Universidad de Pennsylvania, quienes sí creen que los países son más felices cuanta más riqueza consigan.

Alex Rovira coincide en que la riqueza da la felicidad –la prosperidad facilita asistencia médica o tranquilidad o bienestar–, igual que Manel Baucells, quien asegura que «si descubriéramos vida en otro planeta, allí habría economía demercado».

Juan Carlos Cubeiro, socio director de Eurotalent, explica que «hay gente propensa a la felicidad como reto, y otra que asocia la felicidad con comodidad (los licenciados universitarios que tienen como objetivo ser funcionarios)». Cubeiro cree que ahora las compañías no piden obediencia, sino innovación, creatividad o servicio al cliente, y Alex Rovira añade que «la felicidad puede relacionarse con el mundo empresarial si la ‘bajas’ a lo concreto. Una persona reconocida en su trabajo, conmedios y herramientas de formación es más feliz, se implica y se compromete más».

Pilar Jericó, asesora de empresas en gestión de personas, aporta el enfoque de los estados de flujo, que tiene que ver con las teorías de Mihaly Csikszentmihalyiy y el supuesto de que todo el mundo tiene, alguna vez, una «experiencia óptima». Jericó afirma que «quien se encuentra en estado de flujo está absorto en su actividad y siente una enorme satisfacción; trabaja para ser feliz, con capacidad de realización y satisfacción personal antes que de ganar dinero; y es más dichoso en el trabajo que en su casa o con sus amigos». Cuando ocurre esto, hay un resultado directo para la empresa: «Con este compromiso, la persona tiene un 57% menos de posibilidades de dejar la compañía, y se esfuerza hasta un 87% más».

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